Y entonces, la pregunta que cae de madureli es: ¿Y para qué comprarme un sofá?
Bueno, a ver, que no es lo mismo que haber, convengamos.
Somos culito cansino, admitámoslo. Tras una jornada laboral más larga que novela turca y con una humedad que te deja el pelo como a Marge Simpson, sólo querés llegar a casa para meter un clavado olímpico al sofá. Entrarle a la joggineta y prender la tele para suspender, aunque sea por un momento, todo principio de incertidumbre sobre la realidad socioeconómica que te rodea.
Por eso nuestros sofás, que pueden ser de:
140×80
160×80
180×80
200×80
En TELAS Chenille rustic o Pana.
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